Por: Ingrid Temple

 

 

Debo ser sincera, no tengo ningún tatuaje.  Nunca he sido mal vista por eso. Pero sí me he fijado en esas miradas estereotipadoras.

 

Lo he pensado mucho desde los quince años hasta hace poco. Ahora estoy lista, dispuesta y animada. Voy a hacer el lienzo de un artista; voy a grabarme en la piel algo para toda la vida. Y me pregunto, si es para toda la vida ¿por qué he de vivir con esas miradas juzgadoras? ¿cabe la probabilidad que no me dejen entrar a una iglesia por tener un proverbio chino en la muñeca? o peor aún ¿definirán mi capacidad laboral por tener el nombre de mi madre en un corazón flechado?.

 

Sí, soy consiente que es para toda mi vida. Sí, sé que la intensidad del dolor depende del lugar del cuerpo, y ya me contaron que a muchos no les agrada, pero jamás cubriré mi tatuaje con una chalina, blusa mangas largas o una gruesa pulsera. Voy a pasear por las calles feliz y orgullosa de pertenecer a un clan silencioso de hombres y mujeres que llevan un memento de su vida sobre la piel y que cuando sean viejos lo recordarán y lo revivirán.

 

Les hago presente que Lomography Perú, muy a su estilo análogo, viene exponiendo las fotos de César Honorio Arroyo-Burga y Omar Rivas, bajo la curaduría de Sophia Durand.

 

“Tatu-Arte… lo justo” tiene como fondo fomentar la no discriminación a este bello hacer que viene desde tiempos remotos. Todos los retratos, fotografiados con cámaras Lomography Lubitel 166+, son de personas tatuadas que han sabido representar bien la frase “mi capacidad es demostrada, no tatuada”, slogan de la muestra.

 

Chermany Inks: La Kasa Roja es la que aloja y comparte esta idea de impulsar la igualdad entre tatuados y no tatuados.