Periodismo joven y directo

"Los tatuajes reflejan libertad, conciencia y sobre todo, arte"
MARCAS EN LA PIEL

Foto: Joel Gutiérrez
Por: Joel Gutíerrez
Tengo los años necesarios para tener la experiencia suficiente y saber sobrellevar el juego de la vida, soy escéptico ante los signos zodiacales porque jamás cumplen lo que anticipan, o al menos no lo hacen con todos los nacidos bajo la misma constelación, no creo en religiones y mucho menos en profetas, nadie puede anticipar tu futuro ni tu destino, cada ser humano es arquitecto de su propia vida, no creo en pastores porque no soy una oveja o un animal que ande en manada, no creo que exista una fecha exacta en la que se acabe el mundo, se podría acabar hoy y no lo sabemos.
Llevo marcas en la piel, una más grande que la anterior. Llevo tatuado recuerdos del ayer, de hoy y de mañana, adelantándome a lo que pueda suceder. Pintas con tintas hechas en otro continente. Unos sellos personales que van tiñendo cada parte de mi cuerpo, aquellos sellos que te deja la vida, esas experiencias, los sentimientos, los recuerdos, las malas decisiones o simplemente un momento de alegría. No me arrepiento de ninguno, cada uno fue hecho por el mismo experto en la materia y planificado previamente, tomando conciencia necesaria de que duraría toda la vida, incluso después de muerto seguirán ahí, en mi piel.
El primero es un recuerdo que siempre vivirá en mi mente, por ende debería quedar registrado también en un lugar representativo, a donde vaya el recuerdo estaría conmigo, caminaría con él, iría a todas partes con él, no hay lugar donde escapar y el recuerdo no me pueda encontrar. No, no fue en mi cabeza, fue en la pierna derecha, marcada para siempre.
Luego de aquel dolor, que sentía por primera vez producido por las agujas, luego de cuatro horas de dibujo y pintado, lo primero con una aguja y lo segundo con quince, pintando y sombreando, luego de dos pares de horas en las que mi única anestesia fueron botellas de cerveza que lograban adormecer el dolor, luego de eso, descubrí y entendí que era la única manera para ir liberándome de recuerdos que no me dejaba en paz.
Llevo marcas en la piel, como el segundo nombre que nadie usa en mí, ese nombre que se perdió en el recuerdo y el cual solo conocen algunas personas pero desconocen el significado real de aquel nombre, nombre que perteneció al patriarca de nuestra familia. Lo llevo en letras orientales. Fue un momento de alegría y desde entonces recuerdo más aquel nombre que hasta yo mismo había olvidado y solo lo podía recordar cuando veía algún documento de identidad o cuando mi madre molesta por alguna travesura me rezaba el nombre completo seguido de una amenaza.
El tercero representa la fuerza necesaria que necesito –y no solo yo sino cada persona- para vivir día a día, esa fuerza para levantarse después de cada caída, la misma fuerza que me acompañará hasta mis últimos sorbos de aire, cuando este postrado en una cama sufriendo las consecuencias de los excesos de una juventud alocada, esa fuerza que nos permite estar de pie a muchos cuando en realidad sentimos que nos arrastramos, esa misma fuerza que tiene aquel animal mitológico. El dragón.
Vengo haciendo esto desde los 18 años, cuando me di cuenta de que muchas personas simplemente se tatúan porque si, o por seguir una moda, cuando en realidad no debería de ser sino el reflejo de cada hecho vivido. Algunos se arrepienten luego, habiéndose dejado llevar por la ilusión de quien pensaron iba a ser su pareja para toda la vida, otros son obligados a hacerlo, otros simplemente son marcados como vacas para ser diferenciados. Los tatuajes reflejan libertad, conciencia y sobre todo, arte.
Lamentablemente vivimos en una ciudad o más bien una sociedad llena de prejuicios, donde para conseguir un trabajo debes tener buena pinta o ser agraciado. Si tienes un tatuaje en un lugar visible (mano, antebrazo, cuello, etc.) te jodiste. Por eso, si aún no eres económicamente independiente y no has nacido en cuna de oro, es mejor evitar los lugares visibles para hacerte un tattoo. Hasta uno atrás de la oreja en el caso de las mujeres es aceptable dependiendo de lo ‘agraciada’ que puedas ser. Si, suena muy crudo y tal vez racista, pero vivimos en un país donde impera la ‘buena presencia’ sobre la capacidad o el intelecto.